Ayer cumplí un sueño de bibliófilo, visitar una gran Biblioteca (en adelante siempre en mayúsculas). Es la que a cualquier amante del libro antiguo le gustaría tener. Estoy convencido de que a nadie le sobraría un solo libro de los que vi. La persona que convirtió mi sueño en realidad, al tener la gentileza de mostrarme tal maravilla, simplemente os diré amables lectores, que es uno de los asiduos comentaristas de mi Blog, y escribe bajo el seudónimo de Diego Mallén.
Os voy a relatar el mar de sensaciones que recibí en aquella visita. El edificio que alberga esta Biblioteca es grande, armonioso y bien ubicado. Su casa, la de Diego Mallen y familia, es una casa decorada con un gusto exquisito donde la sobriedad y el refinamiento inundan el ambiente. Es casi una biblioteca acondicionada como casa. Varias estanterías y libreros se esparcen por distintos espacios, una iluminación no excesiva, le dan un aire intrigante que te invitan a averiguar que libros esconden todos aquellos cientos y cientos de lomos, algunos de lujosa encuadernación, otros con ostentosos o conocidos supralibris, y otros en sencillo pergamino. Pero en conjunto te imaginas que no esconden títulos anodinos o latinajos insulsos.
El amable Diego Mallén, empieza por lo más antiguo. Incunables. Si, Incunables varios, perfectos, como recién impresos, en grueso papel, algunos con numerosos grabados, cosa rara en época incunable. Alguno romano de 1468, el Liber Chronicarum también estaba presente, e incunables españoles impresos por Pedro Brun o por Fernández de Córdoba. Luego pasamos a los góticos de Impresores emblemáticos, como Diego Gumiel, Andrés de Burgos, Juan de Villaquiran, Juan de Ayala, Juan Jofre, Jorge Coci, etc. Incluso pliegos de cordel góticos; más no se puede pedir. Libros del XVII y del XVIII. Por supuesto lo mejor de Ibarra El Salustio y El Quijote. También libros franceses, enormes, de grabados finísimos, de amplísimos márgenes, tan amplios, como meter un 12º en un gran folio, alguno incluso impreso en pergamino.
En esta primera visita, pues espero volver algún día (Te tomo la palabra Diego que me estarás leyendo), me sentí desbordado. Sabía que me quedaría corto de tiempo, y me quede corto por supuesto. Yo acostumbrado a mi pequeña Biblioteca, de la que ya habéis visto parte, en la que disfruto libro a libro hojeándolo, ojeándolo y leyéndolo mil veces. No podía con tanta obra maestra de la imprenta, me quedaba con ganas de ver uno a uno con tiempo, pero evidentemente era imposible. Es como si te ponen a las puertas del Louvre y te dicen tienes dos horas para verlo. Evidentemente corres, porque quieres ver todo lo bueno y al menos quedarte con la esencia de esas obras maestras.
Así que me sentí afortunado de haber podido tocar con mis manos, haber sentido los diferentes tactos de los papeles y de las encuadernaciones, los diferentes olores, hasta las texturas de alguna inicial orlada, dorada y hasta repujada con infinita delicadeza. Semejantes maravillas, solo pocas, poquísimas, o casi una vez en la vida, se tiene la oportunidad de admirarlas.
Gracias Diego por haberme dado la oportunidad de haber accedido a tu Biblioteca mágica, única, especial, elegida libro a libro, donde esta representado una gran parte de lo mejor de la Historia del Libro, adquirida con gran esfuerzo, por un amante del libro, un Bibliófilo de principio a fin, un bibliófilo que pasará al elenco de los grandes Bibliófilos españoles, como Salvá, Gayangos, duque deT´Serclaes, Zabalburu, Sancho Rayón, Galdiano, Nicolau Primitiu, entre otros. Una Biblioteca que pese a ser grande y completa, estoy seguro que aun le queda un gran recorrido.